martes, 25 de marzo de 2014

COMO SE GUARDA EL NOMBRE DE LA AMADA

Pero por Abraham no se pueden verter lágrimas. Nos acercamos a él con un horror religiosus como el pueblo de Israel al monte Sinaí. ¿Y si ese hombre solitario que inicia el ascenso por la ladera del
Moriah -cuya cumbre se eleva muy por encima de las llanuras de Aulide- no es un sonámbulo que camina tranquilo sobre el abismo, mientras que quien se encuentra al pie de la montaña siente, fijos los ojos en él, escalofríos de angustia, veneración y terror -sin atreverse a llamarle-, y si ese hombre solitario, digo, hubiera sido víctima de un delirio de su mente? ¿Y si estuviera equivocado? Mil gracias merece el que encontrándose con uno a quien han asaltado las tribulaciones de esta vida hasta dejarlo desnudo, le ofrece con la fuerza de sus palabras con qué cubrir su miseria: ¡Mil gracias mereces, oh excelso Shakespeare, que sabes decirlo todo, absolutamente todo, tal como realmente es! Pero, ¿cómo es que nunca describiste este tormento? ¿Lo reservaste acaso para ti, como se guarda el nombre de la amada y no se sufre que el mundo lo pronuncie?; porque el poeta se apodera de esta palabra que le consentirá explicar diáfanamente los más profundos secretos de los demás a cambio de un profundo secreto inexpresable... Y un poeta no es un apóstol, y si exorciza a los demonios es porque cuenta con la ayuda del diablo.

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