Que el dolor puede hacer perder la razón a un ser humano es una circunstancia que nos es dado contemplar con frecuencia y que resulta difícil de soportar; que existe una fuerza de voluntad capaz
de virar para navegar ciñendo el viento de tan excelente manera que le permita salvar la salud mental
-aunque dicha persona se vuelva un poco rara- es también algo que podemos ver, y no seré yo
quien la menosprecie, pero que un hombre pueda perder la razón y con ella la finitud -su mediadora en los cambios- e, inmediatamente después, recuperar esa finitud en virtud de dicho absurdo, es algo que pone espanto en mi espíritu, pero con esto no trato de dar a entender que sea una bagatela, sino, al contrario, lo más portentoso.
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