miércoles, 30 de abril de 2014

NOCTURNO DEL SONÁMBULO

Negar la noche es el destino del sonámbulo
Desgarrar la furia de hollín y de ceguera
de la noche que oculta la belleza,
la noche diurna, cerrada y sin tinieblas.
La noche contra la cual se rebelan
sólo los hombres que alimentan
el inicuo demonio de los sueños.

La luz me ciega y en las tinieblas veo,
como un incandescente ángel sonámbulo,
aunque en mis labios desahuciados sienta
el día y su ardiente quemadura
y el sabor de tu propia calavera.

Oh rocas sangrientas del verano,
¿cuándo saciaréis mi leal deseo?

Otras son tus estrellas, rubio día,
a la noche negadas, que no ambulan
ni apacientan la negra hierba, frescas
como el oprobio y llenas de vergüenza.

Y ya maduro mi celeste trigo
por la muerte voy, voy perteneciéndome.
Ángeles bañan de asunción mis párpados.
Lo sordo retrocede en mi nocturno día
ante mi mano ígnea de vidente.
En el viento, mi tacto deja huellas
que orientan a los pájaros.

La memoria del tacto recuerda a los suicidas.
Besa la amarga boca de la luz mi boca,
amamos, ¡oh bebedor de la noche!,
la sombra que toma cuerpo en la muerte.

Las pálidas estrellas que sueñan en el día
yacen en la feliz ceniza sosegada.
¡Oh! dulzuras por fin ya confundidas,
¿en dónde está la yerta voz del hombre?

Las palabras son las muecas de los sueños
náufragos de la luz, diurnos ahogados,
mientras nace el ángel en la sombra más densa
y es la aurora la hora de la muerte.

Volver allá, allá ¡quién sabe a dónde!
Nada tan vivo como el grito "¡fuera! ¡fuera!"
Como esa eterna herida de la expulsión
que me alza en la noche enloquecido.

Sólo la muerte conoce el camino de casa.
Sólo la muerte es nuestra memoria.
Sólo la muerte nos entiende, ¡Paraíso perdido!
Y su rostro es el más puro y bello de los sueños.

¡Silencio! Ya me ha tomado de la mano,
me ha vaciado los ojos y llenado de ceniza los labios,
y mis huellas son ya su luz de entendimiento,
su inagotable voz de arrobo y de retorno.

Ya no me atormenta el misterio: soy el misterio mismo
y, sin embargo, no existe la noche.
No; no existe. No ha existido nunca.
No ha existido nunca su llaga purulenta.

Deslumbradora noche, yo tengo mi luz propia.
No me ciega tu luz ni tampoco me guía.
En mi noche compacta cicatrizó el vacío
de ti misma colmado, colmado de mí mismo.

Ya no me pertenezco. ¡Oh, astros, amparadme!
Atroz es todo sueño: quiero vivir despierto.
No se sueña en la muerte: se vive enajenado.
No quiero despertar soñando.

No me acuerdo. No. ¡Ni nada olvido!
Hace siglos que vivo en otro mundo.
Alguna vez comprenderéis.