martes, 30 de abril de 2013

LA ILÍADA DE LA CORRUPCIÓN


 - Vamos a lo positivo, hijo mío -repuso el sacerdote-. Tengo cuarenta años, soy hijo de un gran señor, carezco de familia, y tengo corazón... Pero aprende esto, grábalo en tu cerebro tan tierno aún: el hombre siente horror por la soledad. Y de todas las soledades, la moral es la que asusta más. Los primeros anacoretas vivían con Dios, habitaban el mundo de la fantasía y de los goces. El avaro lo tiene todo, hasta su sexo, en el cerebro. El primer pensamiento del hombre, sea leproso o forzado, infame o enfermo, es tener un cómplice de su destino. En satisfacer este sentimiento, que es la vida misma, emplea todas sus fuerzas, todo su poder, la esencia de su vida. Sin este deseo soberano ¿hubiera podido encontrar compañeros Satanás? Podría escribirse un poema acerca de esto, como prólogo de 'El Paraíso Perdido', que no es más que la apología de la rebelión.

 - Sería la Ilíada de la corrupción -observó Luciano.

martes, 23 de abril de 2013

UNA MIRADA A LA FILMACIÓN DE PSYCHO

En 'Hitchcock', estrenada en Estados Unidos el 23 de noviembre de 2012, el actor Anthony Hopkins que caracteriza al maestro del "suspense", colabora con Helen Mirren como la esposa Alma de Hitchcock, y con la seductora Scarlett Johansson en el papel de la actriz Janet Leigh.

¿Por qué motivo Hitchcock se arriesga a filmar Psycho? Para la sociedad estadounidense de aquel entonces abordar el tema de la locura era un tabú, la escena famosa de la ducha contenía una desnudez que sería catalogada de inapropiada por los censores, pero al final terminó siendo una de las más recordadas escenas que se han filmado en el cine.

¿Cómo terminaron de construir Psycho, y cómo la volvieron una de las películas más recordadas de Hitchcock, teniendo la dificultad de que apostó su patrimonio para rodarla como un film independiente?


"Detrás de cada Psycho hay una gran mujer": Anthony Hopkins y Helen Mirren

Escena de la ducha de Scarlett Johansson en 'Hitchcock'

viernes, 19 de abril de 2013

CARTA A LA ALTIVA LUISA

Señora: ¿Qué diría usted de una mujer que sintiese simpatías por un pobre niño tímido y lleno de nobles creencias que el hombre denomina ilusiones más tarde, y que hubiera empleado las gracias de la coquetería, las sutilezas de su espíritu y todas las imitaciones de un cariño maternal para desencaminarle? No escasea ella ni las promesas más cariñosas, ni los mayores halagos, y le dirige, se apodera de él, le riñe por su poca confianza, y cuando el niño abandona su familia y la sigue, ciegamente, le conduce a orillas de un mar inmenso, le hace entrar, sonriendo, en un frágil esquife, le lanza solo y sin auxilio a través de las tormentas, y luego, desde la roca en que ella ha quedado, se echa a reír y le desea buena suerte.
Esa mujer es usted, y ese niño soy yo. En manos de ese niño se halla un recuerdo que podría demostrar los crímenes de su protección y los favores de su abandono; y usted podría tener que ruborizarse, si encontrase al niño luchando con las olas, y pensase que lo ha tenido en su regazo. Cuando lea esta carta, el recuerdo estará en su poder. Queda usted libre de olvidarlo todo. Después de las hermosas esperanzas que su dedo me ha mostrado en el cielo, veo las realidades de la miseria en el barro de París. Mientras usted vaya, brillante y adorada, a través de las grandezas de este mundo, a cuyo umbral me ha traído, yo tiritaré en la miserable buhardilla donde usted me ha arrojado. Pero ¡quién sabe! Tal vez se vea usted amargada, en medio de sus fiestas, por un remordimiento, y acaso piense en el niño a quien ha sumido en un abismo. Pero no, señora; piense usted en él sin remordimientos.

Desde el fondo de su miseria, este niño le ofrece la única cosa que le queda: su perdón con su última mirada. Sí, señora, gracias a usted, no me queda nada. ¡Nada! ¿No sirvió la nada para hacer el mundo? El genio debe imitar a Dios, y yo empiezo por tener la clemencia de Éste, sin saber si tendré su fuerza. Lo único que puede usted temer es que yo vaya por mal camino, porque será cómplice de mis faltas. ¡Ay de mí! La compadezco a usted, que no puede ya ser nada en la gloria que me decido a conquistar valiéndome del trabajo.


L. de R.
(c.c.p. M. K.)

lunes, 15 de abril de 2013

THE CATCHER IN THE RYE

¿Qué voy a hacer?
Tras un nuevo fracaso, el maravilloso personaje Holden Caulfield se encuentra en el terrible aprieto de volver a enfrentarse a una realidad triste, es alguien soñador y con mucha energía, pero se encuentra atrapado a presentarse como un perdedor, no tiene estrella, tal pareciera que quisiera abandonar el juego.
Para él, su posición y su dinero, le sirven de muy poco, está presionado, mucho, por tenerse que mostrar, debe tener un talento que la sociedad valore.
Le gusta disfrutar, darse ‘la buena vida’, gozar como alguien afortunado, cuando se encuentra arrinconado y no es más que alguien desgraciado.
Como alguien que ha vivido demasiado enjuicia los vicios y defectos de la sociedad en la cual vive. Le molesta, le fastidia siempre el entorno agresivo que se opone a su mundo ideal. Y es sarcástico, él no se traga la píldora, con odio sostenido manifiesta su inconformidad, lo quieren formar pero él rápidamente se acomoda a diseccionar a todo aquello que le quieren embutir. Él si se la sabe, sabe que hasta no podrá lograr aquello para lo que se le determina examinar.
No es alguien ruin o malévolo, solo que no le gusta la estructura rígida y definitoria que se le impone como norma.
Quiere aire, y que lo dejen ser, no le pueden discriminar como ‘un bueno para nada’ cuando posee muchos pensamientos, sentimientos, reflexiones, que ojalá pudiera compartir.
Su libro “El guardián entre el centeno” es su retrato psicológico, quién dice ser y por qué es así, él no busca el aplauso, solo busca señalar su humanidad, que no es un desadaptado, sino que se siente incapaz de luchar y sobreponerse al lugar donde le toca desarrollarse. Le anuncian que sufrirá una caída, que su sufrimiento es y será,  aparte de lo físico, en lo espiritual; pero que a pesar de todo lo que logré comunicar al mundo es y será valioso; que por desgracia, no cuenta con la cultura para plantearlo en un gran escrito, pero ya hay muchos con erudición que han abordado su problema, el sentirse perplejos hacia un mundo que no los cobija, y que aunque no quede nada suyo para la posteridad, su intento de mantenerse en el camino es loable. ¿Cuántas veces nos vemos sumergidos en el precipicio y no deseamos hundirnos hasta el fondo? Su moraleja es fuerte: Él será el guardián entre el centeno y salvará de la caída atroz a los chicuelos que vienen junto con él.  
Una larga espera para ver el nuevo film de Roberto Faenza: "Someday This Pain Will Be Useful To You", que trata las vivencias de un joven que vive situaciones parecidas a Holden Caulfield en "The Catcher in the Rye"