martes, 30 de abril de 2013

LA ILÍADA DE LA CORRUPCIÓN


 - Vamos a lo positivo, hijo mío -repuso el sacerdote-. Tengo cuarenta años, soy hijo de un gran señor, carezco de familia, y tengo corazón... Pero aprende esto, grábalo en tu cerebro tan tierno aún: el hombre siente horror por la soledad. Y de todas las soledades, la moral es la que asusta más. Los primeros anacoretas vivían con Dios, habitaban el mundo de la fantasía y de los goces. El avaro lo tiene todo, hasta su sexo, en el cerebro. El primer pensamiento del hombre, sea leproso o forzado, infame o enfermo, es tener un cómplice de su destino. En satisfacer este sentimiento, que es la vida misma, emplea todas sus fuerzas, todo su poder, la esencia de su vida. Sin este deseo soberano ¿hubiera podido encontrar compañeros Satanás? Podría escribirse un poema acerca de esto, como prólogo de 'El Paraíso Perdido', que no es más que la apología de la rebelión.

 - Sería la Ilíada de la corrupción -observó Luciano.

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