Cuento a un psicoanalista norteamericano que, siendo como soy un podador empedernido, en la finca de una amiga, ensañándome contra las ramas secas de una sequoia, caí del árbol de una manera que pudo haberme resultado fatal. "Si se ensañó usted con ella", me dijo, "no fue para podarla, sino para castigarla por vivir más tiempo que usted. Estaba usted resentido contra ella porque le sobrevivirá, y su deseo secreto era vengarse despojándola de sus ramas."
Semejantes interpretaciones nos hacen detestar para siempre toda explicación profunda.
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