sábado, 3 de mayo de 2014

JACULATORIA AL DIOS IGNOTO

De tejido y fatalidad
por el ángel tristísimo del sueño,
siento la luz de un día, allá, del otro lado,
su precisa pureza, su insatisfecha furia.
Heme aquí conteniendo con mis párpados
que no quieren cerrarse ¡oh, Dios Ignoto!
ni bajo el peso de tu propio olvido,
la infinita invasión de la tierra.
Acaso dentro de mi muerte vas volando
de la piedra a tal vez, a nunca, al fuego.
Y del fuego volando al imposible
y del sueño a tu mineral palabra.
¿Quién soy, si no sé qué me dice
tu ya casi palpable ausente rostro
que me nombra y me olvida y me nombra,
como ser maldito, amado, aborrecido?
Nada sé. Sólo soy presentimiento.
Es necesario. El paraíso existe.
Yo quiero nada más recordarme. ¡Nada más!
Voces escucho y repito los ecos:
Tiembla en mi voz incógnito lamento.
Yo quiero nada más acordarme. ¡Nada más!
Alguien quiere que yo diga. ¡Que yo diga!
Alguien que me habla allá ¡más allá!
donde las cosas viven y los hombres sueñan.
Donde tú, Dios Desconocido...
Ni luz. Ni sombra. Nada.
Sólo Tú lo sabes.

(Imposible terminar este poema.
Como todo poema, nunca acaba.)